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Siguiendo nuestro estudio en los distintos aspectos que engloban la prevención en salud mental infanto-juvenil, durante 2012 hemos desarrollado la "Guía breve de Educación Emocional para familiares y educadores", encaminado para que uno pueda entender las diferentes inteligencias, la importancia de la educación emocional y de los valores, para así poder percibir mejor el potencial de su hijo mas allá de la parte solamente académica. Al igual que las demás guías, puede ser descargada gratuitamente pinchando sobre la portada.

 

Problemas en las relaciones familiares

Si los padres no tienen cuidado para evitarlo, los niños hiperactivos son especialistas en sacar lo peor de ellos. Consiguen que el padre más templado se descontrole, que el más tranquilo grite, que amenace el que cree en la educación desde el diálogo y la negociación. Consiguen que las diferencias entre los padres se acentúen, que entre ellos discutan, que culpen al otro de no educar bien, etc. Porque las limitaciones del niño hiperactivo no son “visibles”, no hay nada en su aspecto o apariencia que le delate, que señale que es un niño con determinadas dificultades. Por eso los padres pierden la paciencia, porque aparentemente su hijo podría, debería hacer cosas que no hace. Pero el niño hiperactivo es tan víctima de su trastorno como su entorno; él no lo elige. No puede evitar distraerse mientras va al baño y no llegar. No puede evitar moverse todo el rato aunque eso enerve a sus padres y hermanos. No puede, aunque quiera, sentarse una hora a leer. No lo puede evitar; al menos en principio. Hay que irle educando para que poco a poco vaya consiguiendo controlarse, aprenda a pensar, a razonar, pueda convertir esa necesidad de moverse en una actividad productiva, etc.

Pero hasta que esto se comprende, e incluso después, es difícil mantener la calma cuando hay que repetir las cosas mil veces, cuando parece que no te escuchan, cuando parece que no razonan, que no aprenden ni maduran con los años.

Las diferencias normales en el estilo educativo entre los padres se acentúan. Y el más autoritario piensa que es la permisividad del otro lo que impide que el niño se comporte bien, y el más permisivo piensa que con el autoritarismo, firmeza o rigidez de su cónyuge no se consigue nada y que hay que dialogar y no imponer. Ambos tienen razón, pero lo que a un niño “normal” le sirve no suele funcionar para los niños con TDAH. Ambos padres deben modificar cosas en su forma de educar y hacer un esfuerzo mayor del habitual para manejar las conductas impulsivas e irracionales del niño, y hacerlo de una forma consensuada. Si los padres no se dan cuenta de eso, y aprenden a tolerar la frustración de que a veces nada funciona y hay que esperar a otro momento, de que el niño tarda más en aprender y automatizar comportamientos adecuados, pueden trasladar esa frustración a la relación entre ellos. Esto va deteriorando la relación por discusiones constantes, poca eficacia en mejorar la conducta del niño, y cansancio. Atención por tanto a esos niños que son más difíciles de educar que otros. Hay que pararse a pensar en lo que uno está haciendo, si a otros niños se les ha educado sin problemas conviene reflexionar si hay algo en la vida de los padres que está influyendo para deteriorar su capacidad para educar o si la dificultad está en el propio niño, que necesita otro tipo de acercamiento.

Para los hermanos también es difícil. El niño hiperactivo suele recibir mucha más atención (ellos no siempre valoran y comprenden que esa atención no es necesariamente positiva). Además, les quita paz y armonía familiar, enfada a los padres, les molesta a ellos, y, en general, ese niño no recibe el mismo trato que ellos. Es frecuente que un niño que no suele dar problemas sea sancionado por algo que al niño hiperactivo se le pasa (y eso es normal, porque si al niño hiperactivo se le corrigiera todo lo que no hace correctamente se pasaría todo el día castigado; y eso no sirve para nada bueno).

Los niños en general quieren agradar a sus padres y a sus profesores, les gusta que les alaben, les encanta que se les reconozca, tanto verbalmente como en forma de resultados académicos, no les gustan los castigos, ni que les regañen, ni que sus padres estén todo el día encima repitiendo las mismas cosas una y otra vez. Si esto sucede, pregúntense como padres, por qué este niño no es como los demás, y si no encuentra las claves y consigue que se comporte adecuadamente, pida ayuda.

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