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Siguiendo nuestro estudio en los distintos aspectos que engloban la prevención en salud mental infanto-juvenil, durante 2012 hemos desarrollado la "Guía breve de Educación Emocional para familiares y educadores", encaminado para que uno pueda entender las diferentes inteligencias, la importancia de la educación emocional y de los valores, para así poder percibir mejor el potencial de su hijo mas allá de la parte solamente académica. Al igual que las demás guías, puede ser descargada gratuitamente pinchando sobre la portada.

Cómo diferenciar el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en los niños de otros trastornos asociados

Trastornos de conducta

En la evaluación de los trastornos de conducta en el TDAH hay que diferenciar si las conductas inadecuadas y perturbadoras son un trastorno en sí mismas o forman parte de las manifestaciones del TDAH.

Analizaremos dos de los trastornos de conducta que pueden darse junto con el TDAH:

Trastorno Oposicionista desafiante

Puede llegar a presentarse en casi la mitad de niños con TDAH.

Consiste en un trastorno en el que los niños ya desde la etapa preescolar (antes de los 6 años) presentan un patrón de conductas negativistas, hostiles y desafiantes durante periodos superiores a seis meses. Es frecuente que en estos niños su primera respuesta sea no, ante cualquier demanda o petición. Parecen siempre malhumorados y difíciles de contentar o estar alegres. También presentan hostilidad frecuente. Dichas conductas incluyen discusiones con los adultos, enfados, rabietas. Desafían y rechazan la autoridad del adulto o educadores: suelen negarse a cumplir las órdenes de otros y a seguir las normas establecidas. Tienden a mentir, culpar a otros de sus conductas inadecuadas. Pueden molestar a otros intencionalmente y reaccionar de forma colérica y con resentimiento, venganza o rencor.

Aunque puede darse este diagnóstico sin que exista un TDAH, el hecho de que exista un TDAH puede aumentar la probabilidad de desarrollar este trastorno. Ante las conductas desafiantes del niño, muchas veces los educadores y familiares pierden el control y terminan castigando en exceso al niño o enfrentándose a él, a veces de forma inadecuada y con poca utilidad.

Estos niños pueden generar rechazo social y ser molestados por otros niños así como ser ellos mismos los que generen actos de “bullying”, intimidación física y verbal hacia compañeros.

En los niños hiperactivos es a menudo la falta de control lo que lleva a que se precipiten o comporten de forma inadecuada, sin pensar en las consecuencias de sus actos. La impulsividad también les lleva a fracasar en algunas de las actividades que se plantean, a frustrarse con facilidad y explotar con rabietas inoportunas o conductas agresivas.

En relación directa con la impulsividad, inquietud e inatención características de los niños hiperactivos se pueden producir faltas de disciplina, conductas desobedientes y de incumplimiento de normas.

El trastorno negativista desafiante complica la evolución y dificultar el pronóstico del TDAH cuando se da de forma conjunta.

Muchas veces, la impulsividad de uno y otro trastorno se diferencia en un menor control e intencionalidad en el niño con TDAH, con mayor capacidad de arrepentimiento e intento de reparación posterior. El tono emocional habitual no suele ser irritado en los niños hiperactivos, y es característico de los oposicionistas. Los oposicionistas no tienen por qué tener problemas de atención, ni de hiperactividad. El síntoma compartido fundamental es la impulsividad.

Trastorno Disocial

Consiste en un patrón de comportamientos en el que se violan sistemáticamente las normas sociales o legales y los derechos básicos de los demás, de forma persistente. Pueden presentarse conductas agresivas hacia animales y personas (intimidación, peleas, uso de armas potencialmente dañinas, crueldad física), destrucción de propiedad, robos y mentiras para eludir responsabilidades y violaciones graves de las normas establecidas.

Puede afectar a una cuarta parte de los niños y adolescentes con TDAH, y suele tener un peor pronóstico.

La hiperactividad supone un factor de riesgo para el desarrollo de trastornos de conducta de inicio temprano. En el TDAH la hiperactividad ocurre en todas las actividades, incluidas las elegidas por el niño y aquellas en las que él disfruta. En niños más disociales suele haber mayor diferencia entre las actividades deseadas, elegidas por ellos y las impuestas.

La impulsividad y agresividad en los niños hiperactivos es más bien reactiva ante una situación concreta de frustración, mientras que en los trastornos disociales, esta impulsividad y agresividad asociada puede responder a un deseo de hacer daño o a una frustración o insatisfacción más global y no necesariamente ocurrida en ese momento.

Además es importante tener en cuenta que en el TDAH sí suele existir culpa y arrepentimiento, después de esas conductas perturbadoras fruto de la impulsividad, cosa que no ocurre en los trastornos disociales por lo general.

En cualquier caso la existencia de conductas perturbadoras y agresivas requiere una intervención específica y programas de modificación de conducta, control de impulsos, manejo de la ira, entrenamiento en habilidades sociales, de forma que permitan abordar de forma global estas conductas inadecuadas.

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